Procesión del Silencio

Recorrido que sigue Jesús orando en el Huerto
 

Al anochecer del Miércoles Santo, a las siete de la tarde, realiza su salida oficial la procesión del Silencio. Desde la iglesia parroquial de san Esteban, donde se erigen canónicamente y se rinde culto a sus pasos durante el resto del año, parten las hermandades de Jesús orando en el Huerto y el Prendimiento de Jesús o Beso de Judas.

Inicia su recorrido por las calles Aguirre y Las Torres, comenzando, a partir de la Puerta de Valencia su ascensión al casco antiguo de la ciudad por las calles Alonso de Ojeda y san Vicente. A la altura de la plaza de El Salvador y procedente del homónimo templo parroquial, se incorporan al cortejo las imágenes de Ntra. Señora la Virgen de la Amargura con San Juan Apóstol. Desde allí continua su ascensión hacia la Plaza Mayor, siguiendo las empinadas, sinuosas, estrechas a veces, calles de Solera, Peso, Andrés de Cabrera y Alfonso VIII.

    

La entrada de Jesús orando en el Huerto, primero de los pasos que hasta ese momento integran el cortejo, constituye uno de los momentos más esperados por la multitud que abarrota la Plaza Mayor. Desde la conocida como Anteplaza que sirve de preámbulo a los Arcos del Ayuntamiento, los banceros de El Huerto, conscientes de lo que de ellos se espera, se esmeran en su característico “baile” para hacer la entrada de sus imágenes de manera vistosa, espectacular, a los sones de las cornetas y los tambores que esperan formados a propósito en la Plaza Mayor. Allí, desde horas antes, se han agolpado, expectantes y nerviosos, miles de conquenses y visitantes para presenciar este momento irrepetible que no volverá a producirse hasta el año siguiente.

Una vez en la Plaza Mayor, tras el sobrehumano esfuerzo de la subida, el paso se deposita en sus “borriquetas” y se inicia el merecido descanso, para, una vez concluído y tras los acostumbrados y familiares “misereres” que lo anteceden, reiniciar el que ahora será largo descenso a la parte baja de la ciudad.

    

Entre tanto, se han incorporado al desfile los pasos de la Santa Cena de Jesús, que lo hace desde la Catedral, y los de san Pedro, La Negación y Ecce-Homo de san Miguel que lo hacen en hermosísima procesión procedente de la iglesia de san Pedro.

En el trayecto de vuelta sitúa el paso en segundo lugar, tras el de la Santa Cena que ahora abre el cortejo. Es entonces cuando detrás de Jesús orando en el Huerto se sitúa la Banda de Música de Cuenca que lo acompañará hasta el final. Esta institución musical se encuentra entrañablemente ligada a esta cofradía y es Hermana a título honorífico de la misma. Las marchas interpretadas por ella y, como no, la célebre Nuestro Padre Jesús del compositor Emilio Cebrián Ruíz, serán inevitables acompañantes en su caminar hasta la iglesia de procedencia.

Desde la Plaza Mayor, se desciende por Alfonso VIII hasta el oratorio de san Felipe Neri, en cuyo atrio se interpreta el “Miserere” en sobrecogedor silencio. Tras éste, y por las calles de Andrés de Cabrera y de San Juan, se llega a las esperadas “Curvas” de La Audiencia y El Escardillo, donde los banceros ponen a prueba su buen hacer y experiencia, siempre a los acordes de la música que los acompaña. Resulta uno de los momentos más estremecedores y vibrantes de toda la procesión.

    

Serpenteando por Palafox o calle Ancha, cruza el cortejo el Puente de la Trinidad por donde llega a la parte baja. Desde allí, y por Calderón de la Barca se llega a las escalerillas del Hospital, donde el paso es “vuelto” en señal de oración y respeto a los difuntos y enfermos de la cofradía ante la atenta mirada de los familiares allí instalados al efecto. No es la única vez que se “vuelve” el paso. A lo largo de todo el recorrido se hace cuando alguno de los difuntos del año tenía su domicilio en alguna de las calles por que discurre la procesión, también a los Hermanos Mayores en ejercicio y, desde su hermanamiento, frente al azulejo que, en la Puerta de Valencia representa a Jesús en el Huerto ‘de san Antón’; detalle que al día siguiente, y a la recíproca, corresponderán sus cofrades “volviéndolo” también ellos a la altura de san Esteban.
 
El desfile continúa por la Plaza de la Constitución, y, por la comercial Carretería, se dispone a concluir el mismo. A la altura de la Plaza de la Hispanidad, los banceros y hermanos, presintiendo el inminente final, agotan sus fuerzas sacándolas de donde no las hay. Hasta su entrada en la iglesia de san Esteban en que recibe culto el resto de año, el paso de Jesús orando en el Huerto será mecido incansablemente con su característico “baile hacia adelante y hacia atrás” ante la expectación del público que se agolpa atento al desfile que concluye, en un último intento de parar el tiempo, dilatando los instantes finales hasta lo inverosímil.

Tras el postrer esfuerzo, llega el silencio inevitable de la despedida. El paso de los labradores entra en el templo parroquial y es depositado en su lugar de culto. Allí permanecerá hasta un nuevo Miércoles Santo en que sus hermanos, impacientes hasta entonces, volverán a repetir la liturgia que, aprendida de padres y abuelos, transmitirán a hijos y nietos, de generación en generación.